La peripecia de este pacense ha acabado bien, pero da para guionizar un thriller psicológico. Conoce a una mujer brasileña, al cabo de cinco años de convivencia se casan en 2009, en 2011 tienen un hijo y cuando este tiene cuatro años viajan a Brasil. Eran sus segundas vacaciones allí como familia y de nuevo el plan sería que él regresaría antes porque tenía que trabajar. Estaba previsto que ella lo hiciera en octubre, pero no lo hizo y se quedó en Brasil con el hijo de ambos. Con el océano Atlántico de por medio, un idioma diferente, un sistema judicial lento y desconocido y la fabricación previa de pruebas falsas que indicaban que la madre urdía un plan. No parecía fácil recuperar al menor, pero este padre pacense lo ha conseguido.
Técnicamente lo ocurrido se denomina secuestro internacional de un menor. «Es más frecuente de lo que parece, le ocurre a muchísimos padres o madres casados con alguien extranjero. Por lo que sondeé, en Brasil ocurre a menudo y se resuelven menos del uno por ciento de los casos. Me he encontrado a mucha gente desesperada. Yo cuando vi que mi hijo no regresaba me sentí perdido, sin saber cómo actuar», relataba a este diario J. M., padre protagonista de la historia.
José Antonio Romero Porro, abogado con despacho en Badajoz, fue quien puso en pie toda la estrategia legal y una dosis extra de tenacidad que lo llevó incluso a viajar a Brasil para que su cliente recuperara a su hijo, que hoy tiene nueve años y vuelve a estar escolarizado en el pueblo extremeño donde se crió.
El padre prefiere ocultar su identidad. J. M. es un empresario humilde, que gastó todo su dinero y tiempo libre en este litigio durante el cual pasó casi tres años sin poder abrazar a su hijo. «Insistí porque quería asegurar un futuro al pequeño, no podía permitirme no luchar por él, ya que el lugar donde vivía en Brasil, a 500 metros de un penal, en un barrio marginal de Joao Pessoa (localidad costera de 817.000 habitantes), la delincuencia callejera era el panorama habitual (…). Hablaba con él por teléfono cada quince días, aunque a veces pasaba hasta un mes. La madre me lo permitía con la esperanza de que le enviara dinero, cosa que no hice porque así me lo aconsejaron, ya que de hacerlo sería como dar el visto bueno a lo que ella estaba haciendo».
El viaje familiar que dio origen al secuestro tuvo lugar el 20 de junio de 2016 y el 9 de julio estaba previsto que J. M. regresara. Ya tenían comprados los billetes de vuelta para la madre y el hijo, que aterrizarían en España el 5 de octubre. Incluso el colegio del menor estaba avisado de que faltaría a clase en septiembre.
El padre no lo sabía, pero su pareja ya había planeado quedarse en Brasil, por lo que aprovechó para grabar imágenes de la casa en un momento en que estaba desordenada para argumentar malas condiciones de vida. Según se recoge en la sentencia del juez federal Joao Pereira de Andrade Filho, esas imágenes fueron parte de una batería de pruebas, junto a la acusación de consumo de drogas, que ella aportó y que nunca pudo probar, lo que se volvió en su contra. El abogado pacense, por su parte, consiguió que se aceptara el testimonio del abuelo paterno, que viajó a Brasil a testificar. «Entonces era su único nieto, estaban muy unidos y sufrió mucho su pérdida, por eso me ayudó con todo lo que tenía», relata el padre.
En los fundamentos de Derecho la sentencia incide en el Convenio de La Haya, que protege al niño en estos casos y del que son firmantes España y Brasil. El abogado pacense consiguió demostrar que la madre violaba ese convenio en varios de sus puntos. Previamente, aconsejó a su cliente poner la denuncia cuanto antes, nada más ver que el menor no volvía a España con su madre, que se excusó al principio alegando que estaba afectado por la enfermedad del Zika, hasta que luego se comprobó que sus intenciones eran otras.
Según el convenio de La Haya, la restitución al país de origen del menor debe ser inmediata, pero cada país tiene su propio ritmo procesal. Esta cuestión la abordó Romero Porro en un trabajo que resultó premiado en 2018. Alertaba de que cuanto más tiempo pasa el menor en el otro país, más se adapta a ese entorno y más cuesta luego demostrar que lo mejor para el niño es desarraigarlo de nuevo. «La permanencia en Brasil estaba beneficiando al progenitor infractor», demostró con su trabajo el letrado pacense.
«Trasladarme a Brasil –relata el abogado– sin saber exactamente a qué iba a enfrentarme, era un verdadero desafío. Lo primero que hicimos, nada más llegar a Joao Pessoa, fue ir a la sede del Tribunal a presentarnos y, posteriormente, mantuvimos una reunión con el gabinete de los Abogados de la Unión, que me mostraron un respeto profesional y personal que agradeceré siempre. Solicitamos al juez que se permitiera al padre estar con su hijo y éste ordenó que la madre llevase a su hijo diariamente al hotel donde se hospedaba el progenitor para que pasara el día con él, hasta el día antes del juicio. Jamás olvidaré el momento del reencuentro padre e hijo. Y tampoco las lágrimas de su abuelo y la emoción de la abuela que vivía todo en la distancia mediante mensajes y vía telefónica».
Con este panorama, habiendo declarado padre y abuelo en un tribunal a 5.900 kilómetros de su casa, el 14 de febrero de 2019 se produjo la noticia que propiciaba el retorno del menor a España y en los términos en que había de ejecutarse. «Cuando recibí la sentencia por correo electrónico llamé al padre del niño. Comenzó a llorar de inmediato. Al final lo habíamos logrado. Habíamos conseguido que Brasil accediese, por primera vez, a restituir a España a un menor retenido ilícitamente en aquel país. Había merecido la pena tanto esfuerzo y dedicación».
El padre cree tener la clave de este desenlace: «Ayudó que yo nunca actué con saña contra ella, podía haber ido por la vía penal por secuestro internacional y acabar ella en la cárcel, pero esa no era mi lucha, yo solo quería recuperar a mi hijo y darle una vida mejor, y eso lo han visto los psicólogos. También ayudó mucho el cónsul español de Salvador de Bahía, que nos acompañó en algunos momentos muy delicados».
Entre la sentencia y el reencuentro transcurrieron tres días. Aquel momento el abogado lo siguió prácticamente en directo y cuando recibió la foto del padre con su hijo en el aeropuerto antes de despegar hacia España se emocionó.
Por su parte, J. M. pidió al juzgado de familia que adoptase medidas provisionales para que su hijo pudiera relacionarse con su madre –vino a España un mes después que el menor– con las cautelas para evitar que se produjera una nueva sustracción.